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Son el segundo motivo (junto a los divorcios) de mayor estrés en la vida de un ser humano.

Las razones para necesitar mudarnos pueden ser variadas: trabajo, familia, agrandarnos, achicarnos; lo cierto es que sean los motivos que fueren, a todos nos afectan y mucho.

Hay gente desapegada y otra a la que le cuesta más desprenderse de aquello que ya no usa. Las mudanzas son un excelente momento para dejar ir lo que antes no nos animamos y hacer lugar para lo nuevo.

Desde mi perspectiva es fundamental mudarse con lo necesario y tomarlo como una oportunidad para vivir más livianos.

El primer paso para transitar de manera armónica una mudanza es poner en orden la casa que estamos a punto de dejar. Sí, es clave y te prepara para el desembarco en el nuevo hogar.

De modo que ante la pregunta de si es mejor ordenar antes o después de la mudanza, la respuesta es ¡antes!

Es el momento de realizar un consciente descarte de aquellas cosas que no vamos a llevar, o que tenemos duplicadas, o que ya no funcionan. Así como también de revisar nuestro placard y definir qué prendas queremos conservar y cuáles ya no nos quedan o no nos representan.

El segundo paso tiene que ver con “visualizarte” en el nuevo espacio, poner el foco en lo que vendrá, imaginar cómo serán tus días allí, momento a momento, lo más detallado posible. Qué fotos vas a poner y dónde; qué lugar le vas a asignar a los objetos de decoración que tenés y hasta dónde vas a ubicar tus prendas y las de tu familia.

Este ejercicio de imaginarte en el nuevo espacio, te conecta con la situación futura y hace que todo lo que implique llegar, sea mucho más placentero.

El tercer paso es dimensionar las cosas que puedo y las que no puedo llevarme. Por ejemplo, si tengo un sillón de tres cuerpos y me mudo a un lugar más pequeño, tener en cuenta tomar las medidas y no llevarlo al nuevo lugar sin tener la certeza que cabe, porque la situación de estrés que se genera en ese momento puede condicionar nuestra experiencia de una forma no grata.

Lo mismo con el espacio para el lavarropas o la heladera, que en general son artículos vitales y a veces las medidas estándar no se ajustan a lo que tenemos.

El cuarto paso es guardar todo por categorías y por ambientes, todas las cajas tienen que estar numeradas y además tienen que tener dos rótulos: uno que diga el ambiente al que va y otro que diga lo que contiene. Ejemplo, cocina, vajilla y cubiertos.

Es mucho más fácil a la hora de llegar al nuevo sitio y hace más ágil el proceso de desembalaje y organización.

Las mudanzas son sin duda una oportunidad para revalorizar nuestros espacios, embellecerlos con lo que tenemos, animarnos y ser creativos en ello. Jugar con objetos, texturas, poner cosas que nos representen, que nos hagan entrar y sentirnos a gusto, que nos transporten a lugares y momentos felices.

Siempre que organizo mudanzas, un servicio que cada vez la gente contrata más, me encuentro con láminas, fundas de almohadones, alfombras, cuadros, objetos de decoración guardados y muchas cosas más, que mis clientes compraron en viajes o les regalaron y entonces, propongo dejar de guardar para después y lucirlos hoy en casa.

Las mudanzas son un gran movimiento energético, las cosas que guardamos y las que trasladamos llevan consigo una energía en sí misma, que siempre es importante tener en cuenta y animarnos a renovar.

Despedirnos con gratitud del lugar de que dejamos y saludar con amor y esperanza el nuevo hogar es clave para empezar a conectarnos con nuestros espacios y lo que necesitamos y deseamos de ellos.

Sin lugar a dudas, en el contexto tan incierto de pandemia que estamos viviendo, transitar una mudanza organizada, en la que se respire criterio, funcionalidad y armonía, no sólo nos ayuda a ser más eficientes con los recursos y optimizar tiempos a la hora de cambiar de lugar, sino que nos quita estrés y nos permite disfrutar del viaje (proceso).

Nos da previsibilidad acerca de las cosas que tenemos y dónde encontrarlas, y nos permite llegar a destino felices, con lo que queremos y necesitamos… sin más.