skip to Main Content

Empatía, según el diccionario, es el sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra.

Desde mi mirada, además consiste en conectar con sus emociones y con la forma en que el otro vive las situaciones, entendiendo sus deseos, sus miedos y, sobre todo, aceptando que cada uno observa desde su perspectiva, con sus “propios lentes”.

Como coach, la empatía es uno de los pilares de mi profesión. Junto a la escucha activa, es lo que me permite formular las preguntas “poderosas” que ayudan a mis clientes a cuestionar aquellas creencias limitantes, “descubrir” su propósito y diseñar las acciones que los llevarán hacia donde quieren llegar.

Siempre con la premisa de entender que frente a mí, hay una persona que tiene una historia, una crianza, un conjunto de valores y juicios u opiniones que son absolutamente personales.

Mi trabajo consiste en desafiar o espejar aquello que no le esté permitiendo avanzar hacia lo que se propone, con empatía y desde una posición baja, de no tener la verdad sobre nada, sólo recursos que me permiten acompañar el proceso del otro.

Cuando me llaman para organizar una casa, lo primero que hago es una entrevista con mi cliente, en donde mi propósito es entender qué hay detrás de ese “desorden”, qué necesita esa casa, esa persona, qué cosas le gustan y cuáles no. Desde donde partimos y hacia dónde vamos, siempre desde la empatía… y desde un lugar de absoluta confidencialidad.

Aparecen frases como “qué vergüenza”, “ordené un poco antes de que llegues porque me da pudor”, “allá no mires porque es un caos”, o “este cuarto lo cerré porque no se ni qué hay”, “no quiero que te asustes”, me dicen.

A lo que yo siempre respondo: “Cuanto más haya para organizar, más relevante y significativo será el cambio y por ende, más valor tiene mi trabajo. Realmente a mí me genera adrenalina ordenar. Cuando llego a un espacio que voy a organizar (sea una casa o una empresa), yo no veo el desorden, yo visualizo cómo va a quedar… Sí, ya puedo imaginarme cómo va a cambiar ese lugar y desde ahí comienzo. Mis clientes me dicen que siempre es más de lo imaginaban, y yo reconozco que dedico las últimas horas a revisar minuciosamente cada detalle de mi trabajo para que quede exactamente como yo lo “visualicé”, ese es mi mejor valor agregado, el efecto “¡guauuu!”.

Decidirse a organizar una casa implica mucho más que ordenar. Es abrirse al cambio, a profundizar en la dinámica de un hogar, en pos de optimizar, de ganar tiempo, de estandarizar rutinas y hacer de la casa, la empresa más productiva. Para que esto ocurra es necesario generar las condiciones. Siempre digo que los espacios que se abren son de mucha intimidad, en donde es necesario “empatizar” con el otro. Ponerse en los zapatos del cliente, conectar con lo que necesita, entender cómo lo precisa, definir quién, cuándo y cómo lo necesitas, co-construir el proceso que permita que los cambios que hagamos perduren en el tiempo.

Que disfrutes tanto del proceso como del resultado es prioridad número uno.

La empatía para mí es la llave… Comprender la realidad del otro sin juzgar, con el único propósito de contribuir y mejorar ese espacio, esa situación, esa rutina, ¡esa vida!

En tiempos de pandemia como los que estamos viviendo, la empatía es un atributo que como sociedad necesitamos reforzar. Muy probablemente todos tengamos una parte de verdad al momento de expresar nuestras opiniones, el desafío consiste en nutrir nuestra mirada con lo que le piensa y siente el otro y respetarnos cuando no acordamos. Entender que lo que dice el otro tiene más que ver con el otro que conmigo es un muy buen primer paso para ser más empáticos.

Deseo de corazón que podamos mirarnos con más empatía. Los invito a hacerlo de manera consciente. Estoy segura de que entre todos podemos transitar este momento mucho mejor y salir fortalecidos cuando acabe la pandemia.

¡Gracias por la cercanía y el cariño de siempre!