En el artículo anterior hablaba de construir, en tiempos de incertidumbre, nuestras propias certezas. Para ello proponía un método de tres pasos: Propósito + Proyecto + Plan.
A raíz de las numerosas consultas que recibí sobre la metodología, me pareció oportuno dedicarle un artículo a cada uno de ellos, para profundizar su descripción y validar con ustedes la potencia de la idea que va de desde visualizar el destino, hasta confeccionar un cronograma detallado de actividades que nos llevará a construir nuestro camino hacia dicho objetivo.
Si buscamos el significado de la palabra propósito, encontramos que es la intención o el ánimo por el que se realiza o se deja de realizar una acción. Se trata del objetivo que se pretende alcanzar. Este término indica la finalidad, el “para qué” o la meta de una acción.
El propósito puede plantearse en distintos planos, desde encontrar aquello que le dé sentido a nuestra vida; pasando por una reformulación de nuestra actividad profesional; hasta orientar la solución de un problema concreto desde una perspectiva más amplia y desapegada que lo resolverá y evitará su repetición en el tiempo.
Por ejemplo, en una sesión de coaching reciente, un cliente planteaba una gran insatisfacción con el desempeño de su equipo de trabajo. Cuando comenzamos a profundizar acerca de la solución del tema, resultó necesario preguntar acerca del propósito de su negocio y de las expectativas que él tenía con su equipo al respecto. Una vez visualizada y verbalizada esa aspiración, todo se encaminó.
En cualquiera de los niveles que hablemos de propósito, hay algunas claves comunes para poder definirlo y explicitarlo.
La primera y más evidente es que muchas veces hablar sobre el propósito nos incomoda; queremos pasar sin más a la acción, empezar desde hoy hacia adelante y no al revés, desde el futuro deseado hacia atrás. Superar esa resistencia es para mí el primer paso: indagar en nuestro interior y recurrir a nuestra imaginación creativa, abrir nuestra caja de Pandora.
Teniendo un propósito definido, hacemos más poderoso el presente. Ya no se vive de manera mecánica y reactiva, sino que empezamos a conducir lo que hacemos a nuestro propio ritmo.
Solos o con el acompañamiento de un coach, nos sorprenderemos del gran valor que posee este ejercicio, que tiene poco de números, pero mucho de encontrar un sentido propio, a veces escondido debajo de una maraña de costumbres, condicionamientos culturales y sociales, creencias heredadas y restricciones autoimpuestas (falta de tiempo o recursos) típicamente.
Cuando logramos vaciarnos de todas esas percepciones y poner nuestra mejor atención para escucharnos y ver a nuestro alrededor la cantidad de situaciones y personas inspiradoras, empezamos a visualizar opciones que con nuestros antiguos lentes no podíamos ver.
Me gusta decir que en ese mágico momento en que dejamos de cubrir aquello que queremos y nos ponemos receptivos, empiezan a surgir ideas nuevas y muchas capacidades tantas veces silenciadas nos empiezan a hablar. Abrimos posibilidades y descubrimos que lo bueno para nosotros, también lo es para los demás.
Me maravilla reconocer que un auténtico propósito implica siempre un mejor mundo. Un mundo en donde las personas viven en consistencia con lo que desean.
Si logramos diseñar una primera versión del propósito que nos conmueva, que pensada con el corazón nos parezca que vale la pena, será el momento de enfrentarla en relación a las limitaciones y oportunidades con las que convivimos.
El llegar al propósito es un proceso iterativo, donde pasaremos varias veces, desde el interior (creatividad) al exterior (posibilidad). Por ejemplo, me pongo un objetivo (propósito) de correr un ultramaratón de 100 km en un año y durante un chequeo médico para iniciar mi entrenamiento, me recomiendan no correr más de 42 km ya que es lo más indicado para mi capacidad corporal y algunas lesiones físicas previas. Reformulo mi propósito a partir de mis posibilidades reales, en consistencia con el criterio de mi médico.
En otra dirección podría definir un propósito para comercializar un nuevo producto en Tandil y al hacer un primer bosquejo de la idea, observo que el mercado potencial se extiende a todo el país, entonces redefino el propósito, ampliándolo a nivel nacional.
En esta dinámica iremos creciendo, sólo por animarnos a respondernos la pregunta difícil: la del sentido de lo que hacemos.
Una vez consolidada en nosotros esta visión, se inicia la etapa de proyecto: hacer que pase. Donde ante el interrogante acerca de qué camino tomar, ya tendremos definido lo más importante, nuestra brújula personal, la que nos lleva adonde queremos ir: nuestro propósito.
Si te animas a buscar tu propósito, ¡no dejes de contactarme!
Gracias por estar del otro lado y acompañarme semana a semana.