Siempre hago esta pregunta antes de brindar mis servicios.
Muchas veces cuando me siento con un cliente a conocer el proceso de su casa, me dice: “Me levanto a las 8, hago esto, hago aquello…”, y a medida que va recorriendo ese día, se va dando cuenta de un montón de cosas que le quitaron espacio, tiempo y le sumaron preocupaciones y urgencias, muchas veces evitables.
Esas tareas que le llevaron más tiempo del que le hubiera gustado, como buscar cosas, preparar la comida o dejar instrucciones de lo que hay que hacer en la casa ese día, le agregan una presión adicional al quehacer diario.
Uno de los objetivos principales de un proceso de organización es caer en la cuenta de las diferencias entre lo que creemos que hacemos, lo que efectivamente se hace y lo que queremos que suceda en lo cotidiano.
Esto se logra con un “mapeo” del día del cliente y es allí donde se encuentran las grandes y verdaderas oportunidades de mejora.
A partir de preguntas simples, cuyo propósito es entender ¿qué necesita esa casa para funcionar mejor? ¿Qué procesos hay que escribir o ajustar para que las cosas ocurran cuando las preciso? ¿Cuánto tiempo necesito para mí? ¿Cómo voy a optimizar mis rutinas para obtenerlo? Podemos definir el “qué, cómo, quién y cuándo” que nos van llevando a la dinámica diaria que deseamos.
Al realizar este proceso, no sólo surgen las oportunidades de mejora, sino que además nos evitamos gestionar urgencias y complicaciones con toda su carga tanto física como emocional.
La opción por una organización, tu organización, tiene la virtud de que en su propio despliegue diario se va mejorando. Por ejemplo, al organizar una cocina dispongo las cosas de uso diario al alcance de la mano, pero a medida que la misma se utiliza, se optimiza esa distribución con pequeñas mejoras que el cliente va incorporando y sumando diariamente.
Por el contrario, el “orden espontáneo”, que surge de ir improvisando y que vivimos las mayoría de las veces como desorden, tiende inevitablemente a empeorar las cosas, por eso a veces reaccionamos, algún fin de semana lluvioso y nos dedicamos “a ordenar”, usualmente calmando síntomas, y un par de semanas más tarde, volvemos a donde estábamos y repetimos el proceso, regalando así nuestro precioso tiempo a una tarea que podríamos hacer sólo una vez y para siempre.
Sólo una organización integral y sistémica conectada con el “cómo queremos vivir” hará sustentable el cambio. Como me dijo hace poco una clienta: “Vos me organizaste el impulso”, porque en definitiva todos en algún momento tenemos esas ganas de vivir nuestros espacios y rutinas de una mejor manera. El desafío consiste en poder hacer lo que deseamos desde el vamos.
Déjenme compartir anónimamente lo que pasa por la cabeza de una de mis clientas en un día cualquiera de su vida (escrito de puño y letra por ella). Aunque de seguro nunca les haya pasado este tipo de cosas, estimados lectores:
“Son las 6.30 AM, suena el despertador y siento que me pesa el cuerpo, me incorporo sabiendo que me espera un largo día por delante… Mientras me lavo los dientes, pienso qué puedo cocinar hoy. La respuesta no llega…
Voy directo a la habitación de mis hijos para despertarlos e ir a la escuela, comienzo a buscar el uniforme del más chico y no lo encuentro. Me pregunto ¿dónde estará? Voy al lavadero y ahí lo veo, sin planchar… ya fue, se lo pongo igual. Siento que perdí casi media mañana y mucha energía en buscar la ropa y me da mucha bronca, hay algo que tengo que cambiar.
Mientras preparo el desayuno, sigo pensando en el almuerzo y la cena, qué hacer. Abro la heladera esperando una respuesta de los yogures quizá y tratando de ver qué hay… me doy cuenta de que tenemos que ir al súper, cosa que detesto… Deseo que las compras lleguen por arte de magia, siento que pierdo mucho tiempo yendo a hacer las compras. Decido que otra vez cenamos milanesas o delivery de pizza, y se me aparecen las caras de mi familia, diciéndome “otra vez sopa”
Dejo a los chicos en la escuela y de camino al trabajo pienso que me gustaría ser más ordenada, organizada, y digo “mas” porque pienso que sí lo soy, pero no lo suficiente”.
Mientras almuerzo frente a la compu una ensalada que no sé muy bien qué tiene, me doy cuenta de que me levanté más reflexiva que otros días y me pregunto: ¿qué hago mal? ¿Qué debería cambiar para vivir mejor? La respuesta no me viene fácilmente, tengo miedo de explotar por pavadas y que esto afecte mis relaciones, mi bienestar… Quiero paz, quiero tranquilidad, quiero una vida un poco más planificada.
Me gustaría despertarme y que en la noche haya pasado un duende a organizarme el día siguiente, ¿será posible? Desayunos, meriendas, almuerzos, cenas, compras, traslados de los chicos, tareas de la escuela, actividades extra escolares, pagos, mi trabajo, mi actividad física, mis momentos y los de la familia. Cuántas cosas para coordinar, además me gustaría poder pedirle a la persona que trabaja en casa que quiero que haga las cosas como yo necesito, pero ¿cómo las necesito? ¿Lo tengo claro?
Me siento una malabarista… tratando de mantener siempre el equilibrio para que todos estemos bien y muchas veces no tengo éxito aunque me esfuerzo.
Me voy a dormir agotada e insatisfecha porque me quedaron mil cosas por hacer, la mayoría no me las había agendado, asique me prometo que la próxima las voy a anotar…
Comienza otro día y me levanto con la firme convicción de que tiene que haber otro camino, otra manera de hacer las cosas para ser más feliz. Me prometo buscar ayuda, lo agendo y me decido a llamar a Lorena que hace un par de meses le organizó la casa a mi amiga Ana y ella dice que le cambió la vida….veremos que puede hacer con la mía”.
Más allá de esta historia que tiene un final feliz, te pregunto ¿cómo es tu día? Te animás a escribirlo, ¿hora por hora o mañana tarde y noche? ¿Cómo te gustaría que sea tu día? ¡Te invito a “rescribirlo” juntos!