Mi método de organización implica tres etapas: abrir, organizar y transformar. Hoy voy a hablarles de la primera de ellas.
No es fácil abrir. Lo sé porque yo también pasé por eso hace un tiempo. Pero una vez que se abre, el resultado es maravilloso.
Abrirse implica una reflexión sobre qué futuro se quiere lograr. En él encontraremos siempre muchas oportunidades que se conectan con cómo deseamos vivir, qué queremos priorizar y qué cosas cotidianas es necesario mejorar. Aunque suene abstracto, ayuda mucho en la visualización de las opciones de cambio o mejora y termina en hechos muy concretos asociados a cómo organizar nuestros espacios y administrar el tiempo.
Comenzamos la organización con una entrevista de diagnóstico, para entender el punto de partida, identificamos las oportunidades de mejora que existen y cuál es el resultado que queremos alcanzar. Me gusta sintetizarlo en tres dimensiones: lo que yo creo que ocurre en mi casa; lo que en verdad ocurre; y lo que me gustaría que ocurra. Es en esto último es donde pondremos el foco.
Esta entrevista es además muy valiosa para poder compartir el conocimiento, las acciones y los hábitos necesarios para sostener los cambios en el tiempo. Permite tangibilizar todo el espacio y el tiempo que se puede ganar y cuánto menor es el esfuerzo que necesitamos para hacer las mismas cosas, a partir de la organización.
Usualmente las transformaciones como ésta encuentran en apariencia muchas limitaciones en el afuera (no tengo tiempo, me falta espacio, mi casa es un caos…), pero cuando se genera una conversación sincera y enfocada se “descubren” muchas soluciones que vienen de nuestro interior y que nos abren múltiples oportunidades de liberar, en lo cotidiano, tiempo y energía.
Abrir es repensar lo que hacemos, asumiendo que es mucho más valioso aplicar nuestro tiempo y energía en lo que nos gusta, que dedicarlo a resolver problemas cotidianos… Por ejemplo: “Buscar algo y no encontrarlo cuando lo necesitamos” o “improvisar espacios para teletrabajo que resultan poco funcionales” o “darnos cuenta de que nos quedamos sin provisiones claves en casa”, o cualquier otra tema que podríamos haber simplificado o definido con anticipación.
Descubrimos que podemos minimizar los imprevistos cotidianos a partir de una buena organización.
La visión tradicional nos dice que hay una sola manera de organizar un hogar, mi experiencia me dice que en realidad hay casi tantas formas como personas o familias.
Este primer paso, el abrir, antes de pasar a la acción nos permite entender lo que vamos a hacer y fundamentalmente el propósito.
Nuestra cabeza a veces es muy blanco-negro: organización vs. desorganización; orden vs. desorden; planificación vs. improvisación.
Creo que la realidad es algo más compleja y en esta fase surge la posibilidad de replantearnos si la manera en la que hacemos las cosas es resultado de decisiones propias o está condicionada por el entorno o por la costumbre. Por ejemplo, guardar cosas que usamos a diario en lugares poco accesibles o incomodos.
En esto la palabra “abrir” es especialmente útil, al preguntarnos: ¿cuál es la organización que deseo tener y en qué medida coincide con la que tengo?
Más allá de los disparadores obvios que pueden tener que ver con “un placard desordenado”, “un espacio desaprovechado” o “múltiples compras semanales”, entre otros. La propuesta en el “abrir” incluye un “mapeo integral o recorrido del día” en tu casa y la oportunidad de hacernos conscientes de las causas que originan las demoras/inconvenientes en el hacer cotidiano, en pos de mejorar sustancialmente nuestra calidad de vida.
Los espacios que se abren cuando uno quiere organizar una casa son espacios muy propios y personales, espacios en donde hay que buscar con el otro para construir un proceso que sume al bienestar de todos.
Abrir es mucho más que sólo abrir, y mucho más que sólo abrirse. Mi intención siempre es abrir un espacio, organizarlo y dejar el conocimiento y la actitud en esa familia para que la transformación sea real y sostenible en el tiempo.
En realidad, de eso se trata para mí abrir, de mejorar un aspecto muy relevante de tu vida: nada más y nada menos que tu “día a día”.